domingo, 7 de noviembre de 2010

Adrenalina

Has caído al suelo, pero apenas te duele;
tienes un corte en el brazo, pero la sangre no gotea.
Ves a tu oponente, es enorme, mucho más grande y robusto que tú;
pero te ves tan fuerte, tan capaz...
Te levantas fácil y vas a por él, aprecias con una claridad espasmosa sus movimientos, su debilidad;
arremetes contra él, al contacto, todos tus músculos se tensan y toman una rigidez casi absoluta, te sientes muy seguro, inamovible.
Notas el crujido de unos huesos, no sabes si son tuyos o suyos, pero te da igual porque no hay ningún dolor.
Lo agarras con fuerza, ambos caéis, entonces a tus espaldas aparece tu compañero que recibe el balón. Estás eufórico, lleno de algo que te hace sentir como flotando, te relajas un poco, sabes que aún te quedan fuerzas para pedir de nuevo el balón con toda la forma de un melón, que en condiciones normales sabes que no tendrías opción de agarrar ni aunque llevarás guantes con pegamento, lo sabes.
Tu compañero te mira, hace un sutil cambio de dirección y te lo manda; el balón cae delante de tus narices, va a botar, pero te anticipas al bote y lo sujetas fuerte, te lo pegas al pecho y notas que tu corazón bombea sangre como una máquina perfecta;
tomas aire, llevas jugando treinta minutos a un ritmo frenético, aún así, estás concentrado y tu respiración va acompasada como el segundero de un reloj, estás muy cerca de la linea de ensayo.
Piensas rápido y ellos se mueven lento, abres el balón a un ala que está desmarcado;
éste finta a dos contrarios con facilidad y a continuación hace un pase milimetrado a la mano mágica del medio-melé.
Vas corriendo, crees que no te ha visto; de repente, te das cuenta de que, durante una décima de segundo, clava su mirada en ti y luego en un hueco que aparece de la nada en la espesa formación rival.
Asientes, te mira como si estuvieras medio loco y hacia ti va el balón, tomas impulso, piensas en hacer un quiebro, pero mierda, resulta que no sabes muy bien cómo... No te desanimas, pillas el balón con fuerza, agachas un poco la cabeza, aprietas el cuello...
Vas enflechado, quedan dos adversarios y luego... Extiendes el brazo hacia delante, del impulso casi hundes el hombro del rival en el suelo...
¿Qué?, arrgg, has perdido pie, te vas a caer y todo se va a ir a la mierda...
Te han agarrado por la cintura... Mientras tienes una pierna en el aire, la ves. Ahí está, la jodida linea de ensayo.
Tienes el balón aún en tus manos y una pierna en el suelo... Como si lo llevaras haciendo toda la vida, te encorvas y giras sobre ese pie.
Caes como un plomo, arrastras a quien te agarraba y oyes:
- ¡Ensayo!
No ha pasado ni un minuto desde que estabas tirado en el suelo en el otro lado del campo.

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